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¿Es posible prevenir los trastornos alimentarios?

En los últimos años, se ha registrado en España, un incremento de casos de trastornos de la alimentación, especialmente desde el inicio de la pandemia de la COVID-19. Este tipo de trastornos se caracteriza por presentar una alteración patológica de las actitudes relacionadas con la comida y afecta con más frecuencia a las mujeres, pero cada vez hay un mayor porcentaje de hombres que los padecen.

Los trastornos de la conducta alimentaria más conocidos son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. El Mundo informa que «el paciente anoréxico se ve gordo aunque no lo esté ya que distorsiona su imagen corporal. Por eso, evita comer e incluso siente repugnancia por los alimentos. En la mayoría de los casos recurre a laxantes y diuréticos y realiza ejercicio intenso con objeto de perder peso, hasta llegar a poner en serio peligro su vida».

Las personas bulímicas hacen ejercicio de forma excesiva y para provocar el vómito pueden usar laxantes o diuréticos. El trastorno por atracón está incluido en el DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría).

Hemos hablado con los profesiones del centro de psicología canvis para conocer más datos sobre el trastorno por atracón y estos psicólogos especializados en terapia para los trastornos alimentarios nos han explicado que las personas que padecen este trastorno pueden comer grandes cantidades de alimentos y estos episodios se realizan cuando se encuentran a solas.

El papel del entorno familiar y escolar es fundamental para el desarrollo de los adolescentes y para prevenir estos trastornos de la alimentación. Es aconsejable que los centros escolares informen sobre los trastornos de conducta alimentaria. Es importante que los padres tengan en cuenta las siguientes medidas para prevenir los trastornos alimentarios en los hijos ya desde la infancia:

-Enseñar desde pequeños la importancia de comer verduras y frutas de forma variada.

-Animar a practicar ejercicio físico y repartir la comida en cuatro o cinco tomas al día.

-Enseñar desde pequeños la importancia de seguir unos hábitos saludables: evitar saltarse las comidas, no picotear entre horas, seguir una dieta equilibrada y variada, evitar postres industriales y comida rápida.

-Comer en familia en un entorno que facilite el diálogo.

-Fomentar la autoestima del hijo para que acepte sus limitaciones y aprenda a sentirse bien consigo mismo.

-Conversar sobre la estética, los cánones de belleza y las dietas milagrosas. Es importante enseñarle a valorar la salud por encima de todo.

-Facilitar su participación en actividades extraescolares y establecer una buena comunicación dentro del entorno familiar.

Los padres también deben practicar actividad física y seguir una alimentación variada. Es importante comer en familia, ya que hasta el punto de que hacerlo al menos tres veces por semana reduce en los niños un 32% el riesgo de que sufran un trastorno alimentario. «No hay que negociar con la comida. Es cierto que no es aconsejable obligar al niño a comer algo que no quiere, sin embargo, tampoco podemos caer en la trampa de la negociación, admitiendo que coma solo aquello que les es grato», dice la coordinadora del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, Pilar Gómez Enterría.

«El verano puede ser una buena época para intentar establecer unos hábitos de vida más saludables, reforzando además la actividad física y valorar qué estrategias son más adecuadas para mantener esos hábitos el resto del año», dice la experta.

Los padres deben inculcar a los niños el hábito de realizar un desayuno saludable, incluyendo lácteos, hidratos de carbono y frutas. También es importante que se limite el uso de la bollería comercial, la comida precocinada, las golosinas, los frutos secos con sal o los fritos comerciales. Los expertos explican que es importante la educación nutricional para prevenir estos trastornos y difundir información sobre los TCA en los medios de comunicación para sensibilizar a los niños y adolescentes.

Los signos de alarma que pueden llamar la atención a los padres sobre un posible trastorno alimentario son: disminución de masa ósea, ansiedad, preocupación excesiva por el físico, mal humor, pérdida de peso, hacer ejercicio de forma excesiva, autoestima muy baja, alteraciones cardiovasculares, deshidratación o evita las comidas asegurando haberlo hecho ya.

Los adolescentes que padecen estos trastornos alimentarios necesitan un tratamiento, pero es muy importante que los padres también acudan a la terapia con el psicólogo, ya que los pacientes muchas veces tratan de ocultar la enfermedad y tienen mucha dificultad en reconocer lo que les pasa. Deben ser tratados por psicólogos y  nutricionistas, porque estos trastornos suelen verse asociados con otros problemas como la depresión, la ansiedad o el abuso de estupefacientes.

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