Apasionante, creativa, dinámica, envolvente, serena… la música puede ser todas estas cosas y, mucho más. La gran mayoría de las personas, acompañan su vida con las canciones o melodías que componen su banda sonora particular. Son muy pocas las personas que no sienten ninguna inclinación por la música y alguno de sus estilos. En cuanto participar en actividades musicales, ¿a quién no le gustaría aprender a tocar un instrumento? Como asegura Kristina, profesora particular de clases de piano, son muchas las personas interesadas en aprender a tocar instrumentos, en cualquier momento de la vida y por mera afición.
Este aspecto es una de las mejores bazas que tiene la música, puedes ser autodidacta, aprender a tocar un instrumento, formar una banda o tocar tu solo, por el simple gusto de tocar. No hay límites, se trata de una disciplina artística y por lo tanto, no existe demasiada norma estricta, como ocurre con otras disciplinas en las que puede existir el mero hobby, pintar, escribir, hacer escultura.
En contra, se trata de una carrera formativa en la que se empieza pronto y se termina tarde. Mucho más larga que medicina, la carrera musical se inicia a muy temprana edad, de la mano de los estudios oficiales obligatorios y, continua durante catorce años. Así funciona la música en España, a la pronta edad de ocho años, los papas creativos o estrictos, según de que lado te toque estar, apuntan a sus pequeños al conservatorio, instrumento en mano, para que empiecen su andadura entre partituras e instrumentos.
Esas clases de conservatorio, para muchos traumáticas, se encuentran llenas de alumnos que, vivirán de la música y de los que escucharán esa música de la que viven. Se trata de una carrera que muchos empiezan, pero pocos acaban. Aunque existen muchas maneras de entrar en el sector de la música laboralmente hablando (producción, ingeniería de audio, músico, cantante, profesor…), la formación musical más completa, la carrera como tal, se inicia a esa edad, son cuatro los años que dura la formación elemental y solo un diez por cien de los estudiantes que la empiezan, terminan sus estudios musicales.
Una quimera
Como decimos, la carrera musical empieza a muy temprana edad, no se trata de una carrera solitaria en la que el pequeño estudia todo lo referente a la música y dispone de tiempo libre, como un estudiante normal. En este caso, se trata de estudiantes normales que cursan paralelamente, una carrera musical que les come mucho tiempo, con cada curso más.
Los alumnos que cuentan con su plaza para estudiar música por la vía oficial, entienden casi tan pronto como empiezan que, dedicarse a ello de forma profesional, es una quimera. Algo alcanzable para unos pocos, sabedores de que con algo de suerte, mucho empeño y en el mejor de los casos, pasarán al menos catorce años estudiando para conseguir la titulación equivalente al grado universitario. Esto puede proporcionar, al amante de la música como oyente, una idea sobre todo lo que tiene que estudiar y practicar un músico para obtener su titulación. Estudian cuatro veces más que el estudiante medio y el que cursa una formación universitaria, para obtener el mismo nivel de formación.
Estudiantes que iniciaron su andadura de niños, pertenecientes a ese noventa por cien que aun empezando sus estudios en el grado elemental, terminan por abandonar, afirma que, tras preparar las pruebas de acceso al conservatorio superior, quedan a las puertas. Tras diez años dedicados al aprendizaje musical, su carrera se estanca en un punto en el que es mejor opción, abandonar y cambiar de carrera.
No en vano, cursar los últimos años de conservatorio y bachiller al mismo tiempo, resulta una ardua y hercúlea tarea que, muy pocos, son capaces de cumplir. Horas lectivas en el instituto con su presión añadida y horas lectivas en el conservatorio, más la práctica y el estudio diario, suponen un sobreesfuerzo que, no vale tanto la pena.
Por esta razón, son pocos los que consiguen llegar a la meta. Mucho esfuerzo y sacrificio, en gran mayoría de los casos, para nada. El número de privilegiados que pueden llegar al conservatorio superior, es mínimo. Precisamente porque se trata de ser privilegiados, virtuosos del instrumento que deciden tocar y constantes, sin perder ni un solo día de ensayo.
La gran mayoría de los estudiantes de música, aunque abandonen su sueño (o el de sus padres), no suelen abandonar el gusto por tocar su instrumento. Muchos de ellos, continúan tocando a nivel particular, o semiprofesional.
Para entender la presión a la que se encuentra sometido un estudiante de música, a parte de sus clases de formación reglada obligatoria, están las del conservatorio. Por las mañanas, colegio, instituto o universidad; por la tarde, conservatorio con sus prácticas de instrumento, sus clases de análisis musical, composición, historia de la música, etc. La carga es mucha y las horas al día, pocas.
Todo para al final, no poder ser un músico profesional y dedicarte a ello de la manera que quieres, gracias al intrusismo o el excesivamente alto nivel que existe en el mundo de la música profesional.
Un cambio de paradigma
En nuestro país, se dio una vuelta de tuerca a la formación musical cuando empezó a implementarse la LOGSE, allá por los años noventa del pasado siglo. Fue en aquel momento, en el que fue creada la rama artística o musical del Bachillerato, como herramienta destinada a evitar la doble carga que suponía asistir al conservatorio y formarte en el ámbito general. La convalidación de asignaturas era algo posible y desde entonces, se han ido diseñando variaciones como en la LOE, cuando se establecen por primera vez, las dos vías de Artes Plásticas por un lado y, Música y Danza, por otro. Solo se permitía cursar una materia de otra modalidad como Ciencias Sociales o Tecnología y, a los alumnos que cursaran materias comunes y se graduaran en enseñanzas profesionales, se les permite la obtención del titulo de Bachillerato en Artes o cualquiera de las otras modalidades si cursaban la troncal correspondiente.
En este punto en particular, algunos estudiantes encuentran un problema de planteamiento. Aquellos alumnos que no tienen muy claro si van a dedicarse al mundo de la música, renuncian a materias de cultura general que, pueden ser y de hecho, son necesarias para la educación.
La introducción de la LOMCE, hizo que las dos vías creadas por la LOE, volvieran a unirse en una sola. En esta ocasión, además de las troncales obligatorias, podían convalidarse las asignaturas del conservatorio que, por ser más especificas quedaban establecidas dentro del grupo de materias optativas. Este apartado contenía asignaturas de las otras modalidades que configura en particular, cada comunidad autónoma.
Más recientemente, la LOMLOE o Ley Celaá, recupera el modelo de las dos ramas y disciplinas artísticas, con la peculiaridad de que los alumnos que cursan de forma simultanea conservatorio y bachillerato, solo pueden compaginar ambas titulaciones a través de la modalidad de Artes.
Algunos alumnos, se han visto obligados a abandonar las enseñanzas profesionales de música, debido a la dificultad para completar ambas titulaciones. Muchos de ellos, prefieren abandonar la música para terminar su rama de Bachillerato, aunque posteriormente, retornen al conservatorio para finalizar su carrera musical.
De esto se desprende la elevada carga teórica con la que cuenta la educación musical en nuestro país que no hace más que dificultar las cosas a los estudiantes. Esto se traduce en una elevada tasa de abandono.
Lo que se deduce de todo esto, así lo dicen también los estudiantes de música que han abandonado o siguen adelante, es la necesidad de tener vocación para la música. Aquellos que no tienen como finalidad dedicarse a la música de forma profesional o carecen de la vocación y el entusiasmo necesario, fácilmente, abandonarán tras haber invertido unos años.
Aun así, los estudiantes con vocación, los que no la tienen y los que miran hacia el futuro con miras en la música profesional, conviven dentro del mismo panorama educativo que, solo induce al abandono de las enseñanzas profesionales.
Profesionales del mundo musical, están de acuerdo en que no tiene sentido contar con un proyecto profesionalizador de músicos, como pueden ser las enseñanzas profesionales, que se plantea como un método de educación masiva para alfabetizar musicalmente a la población. En estos casos, es en los que se paga un precio muy alto, con una elevada tasa de abandono.
Cuando lo que debería hacerse es, desechar esa idea de que la música es solo apta para los profesionales. Es momento de generalizar y crear un proyecto en el que la enseñanza no reglada, alfabetice a la población en cuestiones musicales. De este modo, se pretende que los estudiantes, tengan contacto con un instrumento a lo largo de la vida, que pueda aprender, tocar en grupo y disfrutar, sin la presión de un conservatorio y el nivel que supone.
A modo de conclusión, ciertamente, los que desean dedicarse a la música a nivel profesional, siguiendo la formación necesaria, inician una carrera con principio, pero incierto fin. Son muchas la horas a dedicar, muchos los años entregados a la causa y, en numerosas ocasiones, la recompensa, se queda por el camino.