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¿Qué es la dislexia y cómo se trata?

Se calcula que 4.6 millones de españoles padecen dislexia. De ellos, aproximadamente 80.000 son niños en edad escolar. Solo un 33% recibe terapia. Se trata de un trastorno del aprendizaje relacionado con la lectura, de origen neurobiológico. ¿En qué consiste y cómo se aborda?

Imagínate un niño de 9 años que lee como si tuviera 5. Tiene un coeficiente intelectual normal y no padece ningún retraso físico, mental, ni psicomotriz. Lee muy despacio, confunde las palabras y cuando ha terminado de leer no entiende lo que ha leído. Lógicamente, esto afecta a su aprendizaje. Es posible que tenga dislexia. La solución más fácil es decir “este niño es tonto.” Es el calificativo mágico que evita que investiguemos los problemas y que veamos cómo resolverlos. Hasta los niños disléxicos lo llegan a pensar, y no es cierto.

Cuando a unos padres les dicen que su hijo tiene un trastorno, se les cae el mundo encima. Piensan que el niño no va a ser una persona normal y que estará marcado de por vida. Se puede ser disléxico y estudiar lo que uno quiere. Llegar hasta donde se proponga. El cantante Pau Dones era disléxico y escribía buenas canciones. El fundador de IKEA también padecía este problema.

Un niño con dislexia tiene la autoestima baja, pasa por momentos de ansiedad, evita cualquier tarea que implique leer. Cuando en el colegio le piden que lea en voz alta, piensa: “¡Tierra, trágame!”. Siente que se pone en evidencia. Para él es una situación embarazosa.

Hay que apoyar emocionalmente a los niños, al tiempo que se investiga cuál es su problema y se le dotan de herramientas para superarlos. La psicopedagoga infantil Cristina Hormigos nos dice que hay que luchar para que ningún niño se quede atrás.

Los niños son los más interesados en superar sus limitaciones y lo agradecen. De poco sirve forzarlos a leer y leer, sin entender cómo funciona su cerebro. Ni tampoco tratarlos como un caso perdido. “Él es así, no sirve para estudiar, solo vale para darle patadas a un balón.” Con toda seguridad, nos estamos equivocando.

¿Qué es la dislexia?

La psicopedagoga Nerea Crespo, de la Clínica de la Universidad de Navarra, comenta en la revista digital «Cuídate +» que la dislexia es un trastorno específico del aprendizaje de la lectura. El resto de las áreas del desarrollo del niño se encuentran dentro de la normalidad. No existe un déficit sensorial, absentismo escolar, inteligencia baja, ni una mala instrucción en el colegio.

Llorenç Andreu, catedrático de la Universidad Abierta de Cataluña (UAC), explica que se basa en dos procesos, la decodificación y la comprensión. La decodificación consiste en transformar las letras y palabras en sonido. El niño se esfuerza por asignar un fonema a cada símbolo escrito. Confunde las letras y no entiende los espacios entre las palabras escritas ni los signos de puntuación. La comprensión viene derivada de la decodificación. El niño lee un texto, pero no entiende lo que significa. Puede llegar a entrenarse como un lector, pero lo hace de forma mecánica, sin comprender lo que ha leído.

La dislexia no es una enfermedad. Es un trastorno neurológico de nacimiento. La persona que tiene dislexia, la tendrá toda su vida. Su cerebro funciona de otra manera, en especial el lóbulo parietal del hemisferio cerebral izquierdo, que rige la representación visual de los símbolos.

Otros estudios lo sitúan en el hemisferio derecho. El sujeto no procesa bien la información visual o lo hace a una velocidad inferior de lo normal, lo que produce una mala conexión interhemisférica.

Se piensa que esto se debe a anomalías en la formación del cerebro durante la gestación. También puede aparecer por complicaciones durante el embarazo o el parto, o por factores genéticos.

El que sea un trastorno de nacimiento no significa que no se pueda resolver. El niño debe adquirir habilidades para suplir los déficits que tiene, trabajar la parte del cerebro afectada mediante ejercicios y conseguir que la dislexia no sea un elemento limitante. Cosa que se ha demostrado que se puede conseguir.

La dislexia se detecta cuando el niño aprende a leer. Sin embargo, hay síntomas que anuncian desde los tres años la posible existencia de este trastorno. Se aprecia en la torpeza que tienen los niños para diferenciar la derecha de la izquierda, en la dificultad para aprenderse las canciones que le enseñan en la guardería o en la imposibilidad de seguir los ritmos. Cuanto antes se empiece a tratar, más fácil será superarla.

La dislexia hace referencia en exclusiva a la capacidad de leer. Sin embargo, puede haber otros trastornos relacionados con ella. Los neófitos incluimos los problemas para escribir en la categoría de dislexia. Son dos procesos mentales diferentes. En la lectura vemos símbolos y los transformamos en sonidos. En la escritura plasmamos en símbolos nuestros pensamientos o los sonidos que percibimos del exterior. A los trastornos neuronales de escritura se les llama disortografía. En ocasiones suelen ir unidos por la relación que existe entre los dos campos.

También se aprecia una relación entre la dislexia y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), aparece en un 20% de los casos.

La dislexia tiene un origen físico. No se debe confundir con el “retraso lector” que obedece a factores ambientales, tales como una mala escolarización, lectura superficial, falta de concentración, etc. El tratamiento es diferente.

Tipos de dislexia.

En la revista «Médico plus», el microbiólogo y divulgador científico Pol Beltrán clasifica la dislexia en 8 tipos:

  1. Dislexia fonológica. La ruta fonológica de nuestro cerebro está dañada. Cuando vemos una palabra enseguida le adjudicamos un sonido. En este caso no es así, se confunde. Es, por ejemplo, cuando un niño ve la palabra “caso” y lee “casa.”
  2. Dislexia superficial. No hay una obstrucción de la ruta fonológica, ni de la transformación de la letra en fonemas, pero si aparece la omisión o sustracción de sonidos. El niño se guía más por lo que le suena que por lo que está escrito. Aparece en aquellos idiomas donde una misma letra representa varios fonemas, como el inglés. No es frecuente en el castellano, donde hay una relación más directa entre las letras y los sonidos.
  3. Dislexia profunda. Está alterada tanto la ruta fonológica como la visual. El niño sustituye al leer palabras que no tienen nada que ver entre sí. Lee como un autómata saltándose la estructura de las palabras y las oraciones.
  4. Dislexia leve. Tiene un bajo impacto académico. Se trata de errores recurrentes que el niño percibe enseguida y aprende a corregirlos.
  5. Dislexia moderada. La dislexia afecta a la interpretación de los textos, por lo que el niño necesita ayuda académica para poder entenderlos y poder estudiar.
  6. Dislexia grave. El niño, y más tarde de adulto, tiene serias dificultades para poder realizar cualquier actividad que involucre la lectura.
  7. Dislexia evolutiva. Es la que más se observa en niños en edad escolar. Está relacionada con causas genéticas. No existe ninguna lesión cerebral en las áreas que controlan la lectura.
  8. Dislexia adquirida. Viene como consecuencia de una lesión, un trauma o como síntoma de una enfermedad neuronal. Se puede presentar tanto en un niño como en un adulto y aparece de manera sobrevenida. El sujeto, que nunca había tenido problemas para leer, presenta un cuadro disléxico.

¿Cómo se trata?

Para abordar la dislexia es necesario que haya un trabajo conjunto entre los padres, el colegio y el psicopedagogo. Los tres han de remar en la misma dirección, por lo que es fundamental una buena comunicación entre ellos.

No existe una fórmula mágica para superar la dislexia. Como hemos visto, hay distintos grados de intensidad, diferentes tipos y pueden verse asociados con otros trastornos. Se puede decir que cada caso de dislexia tiene sus peculiaridades. Es necesario, por tanto, hacer un análisis concreto y presentar un tratamiento personalizado.

Se recomienda a los niños disléxicos someterse a terapia psicológica hasta que su anomalía deje de representar un escollo para su formación académica. El niño continuará escolarizado en el mismo nivel y con el mismo plan de estudios que sus compañeros, si bien se aconseja a los profesores que no le presionen en determinadas áreas sensibles como la velocidad de lectura.

Uno de los hándicaps a los que se enfrenta el psicopedagogo es subir la autoestima del niño. Su dislexia no se puede convertir en un estigma todopoderoso. Ha de reforzar otras cualidades que el niño tiene y hacer que gane confianza.

Las terapias se suelen centrar en ejercicios y juegos relacionados con los gustos e intereses del niño, todo en un ambiente lúdico, lejos de la exigencia que pueda tener en otros ámbitos como el escolar. Unir placer y aprendizaje refuerza la adquisición de habilidades.

Una de las cosas que se puede hacer en casa con niños que rehúsan la lectura es invitarlos a leer comics sobre temas que les gustan: superhéroes, manga, dinosaurios. El niño identifica la imagen con la palabra escrita y asimila mejor la comprensión lectora. Niños que empezaron siendo disléxicos se han convertido con el tiempo en lectores voraces.

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