shutterstock_1352544434(FILEminimizer)

Descubriendo el Valle de la Vera.

Este rincón de Extremadura es el lugar que, por sus beneficios para la salud, eligió el emperador Carlos V para pasar sus últimos años de vida en 1557. Un entono natural, energizante, que sigue conservando sus beneficios para la salud, a los que se les añade una importante riqueza artística y cultural.

El Valle de la Vera es una comarca situada al noreste de la provincia de Cáceres. Próxima al también conocido Valle del Jerte y a pocos kilómetros del Parque Natural de Montfragúe.

Cuando escuchamos el término de “La Vera” a muchos se nos viene a la cabeza el pimentón. El Pimentón de la Vera. Una especia de alta calidad, mundialmente conocida, por ese sabor ahumado tan potente que agrega a los platos. El pimentón de la Vera, está considerado por muchos cocineros como el mejor pimentón del mundo. Su calidad se debe a los pimientos rojos que se cosechan en el valle y a su proceso semi-artesanal de ahumado, secado y molido.

Pero el Valle de la Vera es mucho más que pimentón. En este artículo destacamos algunos aspectos interesantes de la comarca.

El Monasterio de Yuste.

El monasterio de Yuste es conocido, como indica la web Viajar por Extremadura, por haber sido la última morada del emperador Carlos V. Se encuentra a solo 2 kilómetros del municipio Cuacos de Yuste. Se puede llegar a él en coche o dando un agradable paseo por la naturaleza de unos 45 minutos.

El monasterio se construyó en 1407 para dar cobijo a un pequeño puñado de monjes ermitaños de la orden de San Jerónimo. Posteriormente, sufrió varias remodelaciones, una para ampliar las dependencias de los monjes y otra para construir el Palacio que albergaría al emperador.

Cuando Carlos V se retiró al monasterio, apenas tenía 55 años de edad, pero había perdido los dientes y estaba en un lamentable estado de salud a consecuencia de los fuertes ataques de gota que sufría. Enfermedad que había contraído por sus excesos en la comida y la bebida.

Abdicó en su hijo Felipe II, y decidió retirarse al monasterio para alejarse del mundo y mejorar, en la medida de lo posible, su calidad de vida. Cabe destacar que los accesos al palacio son todos a través de rampas. El emperador solo podía llegar a la puerta en carruaje o a lomos de un caballo, debido a su limitada movilidad.

Durante la Guerra de la Independencia, en 1812, por la invasión de los franceses, los monjes abandonaron el monasterio y este sufrió importantes daños. Con la desamortización de Mendizábal se subastó el edificio, pasando a manos privadas. El monasterio pasó a utilizarse como lugar de almacenaje en labores agrarias y de ganadera, entrando en un lamentable estado de abandono.

Es durante la II República, en 1931, cuando el monasterio se declara Monumento Histórico Artístico. Se remarca la necesidad de conservarlo y protegerlo. Las obras de rehabilitación se inician en 1949 y vuelve a ser repoblado por los monjes en 1958

Hoy por hoy, el monasterio alberga importantes actos oficiales presididos por los reyes y puede ser visitado casi todo el año por el público.

 El entorno natural.

Si Carlos V eligió aquel lugar, fue por sus condiciones ambientales. Los encargados de la Finca Valvedillos, un conjunto de alojamientos de turismo rural situados en torno a una casona de campo centenaria, a medio camino entre el Monasterio de Yuste y el municipio Jaraíz de la Vera, nos comentan que en el valle existe un microclima. Unas condiciones geográficas únicas que hacen que las temperaturas se mantengan suaves y estables todo el año.

Esto se debe a su orientación atlántica, y a encontrarse al cobijo de la Sierra de Gredos. Las montañas protegen el valle de los vientos que vienen del norte y refresca la insolación diurna con suaves brisas que fluyen de las cumbres.

En los meses de otoño e invierno, la comarca recibe frecuentes precipitaciones, lo que permite que se desarrolle una exuberante vegetación que oxigena la zona.

Debido al deshielo de las cumbres de la Sierra de Gredos, por el valle transcurren una gran cantidad de arroyos y riachuelos  que desembocan, en su mayoría, en el río Tietar. Se calcula que existen 46 gargantas y lugares que se puede bañar el hombre. Rincones en los que refrescarse en plena naturaleza durante los meses de verano.

Ese mismo agua que viene de la sierra, por su baja mineralización, es idónea para el consumo en personas con dolencias estomacales, renales y hepáticas. Un agua blanda que va filtrándose entre los macizos de la sierra antes de llegar al valle, y que presenta una baja cantidad de sales y carbonatos cálcicos disueltos. De esa agua, se alimentan los hombres, los cultivos, los animales y la naturaleza.

Arquitectura típica.

Algo que llama la atención a los visitantes son las casas típicas que hay en los pueblos de la zona. Están construidas en dos pisos. El piso de abajo se ha levantado con piedra, sobre él se coloca un techo de madera, se edifica un segundo piso con ladrillo o adobe encalado. El techo es de madera, a dos aguas, recubierto de tejas.

Sobre el primer piso se levanta el piso superior formando un porche o soportal, sujetado con columnas, bajo el que pueden transitar los peatones. Un pasillo cubierto muy útil para guarecerse de la lluvia o para protegerse del sol.

Este tipo de arquitectura ha creado plazas de singular belleza como la Plaza Mayor de Cuacos de Yuste, la Plaza de España de Valverde de la Vera, la Plaza 10 de Mayo de la Garganta de Olla o el casco histórico de Villanueva de la Vera, declarado Conjunto Histórico Artístico en 1982.

En Jaraíz de la Vera, la capital de la comarca y el municipio más poblado del valle, la Plaza Mayor está construida a dos niveles, en pendiente y con una parte cubierta de soportales. Es una plaza de grandes dimensiones que termina en cuña, presidida por el Ayuntamiento, donde antes se encontraba el castillo árabe, y con el Palacio de Obispo Manzano y varias casas solariegas de interés en los laterales.

Pimentón de la Vera.

No podemos terminar este artículo sin hablar del producto estrella que ha hecho famosa esta comarca en el mundo entero. La web Pimentón de La Vera, editada por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida de este producto, señala que el pimiento para hacer pimentón proviene originariamente de América. Cristóbal Colón se lo ofreció a los Reyes Católicos en el Monasterio de Guadalupe tras un de sus viajes al nuevo continente.

Los reyes entregaron el producto a la Orden de los Jerónimos para que lo explotaran. Fueron estos lo que introdujeron el cultivo en el valle a través del monasterio de Yuste en el siglo XVI.

Los monjes, en su infinita paciencia, crearon las especies de pimiento más sabrosas, cruzando unas matas con otras. Tal vez, sin pretenderlo, crearon un producto delicatessen, el oro rojo, que más tarde se extendió por las tierras de regadío de La Vera. Hoy, 1.500 hectáreas se dedican a su cultivo y generan una producción de 4.500 toneladas de pimentón al año.

Algo que le da singularidad al producto, además de la materia prima, es su proceso de secado. Realizado por el mismo procedimiento desde hace siglos. El pimiento se seca con el humo que desprenden las brasas de fuegos de encina y roble. El secado dura entre 10 y 15 días. Cada día, el agricultor voltea de forma manual los pimientos para que se sequen uniformemente.

El humo que desprenden la encina y el roble le da ese sabor tan característico. Una vez secado los pimientos se llevan a una planta procesadora. Allí se selecciona el producto, se muele y se envasa en esas pequeñas latas que todos tenemos en nuestra cocina.

El Consejo Regulador D.O.P. del Pimentón de la Vera dice que muchos turistas se desplazan a la comarca con el interés de conocer la historia y fabricación de este producto tan apreciado.

Por eso, en Jaraíz de la Vega, en el antiguo Palacio del Obispo Manzano, se creó el museo del Pimentón de la Vega. Un museo interactivo, en el que se desarrollan diversas actividades para promocionar este producto y que cuenta con tres plantas.

En la planta baja se explica la llegada del pimiento a Europa procedente de América. Y la leyenda de la Tía Maína, supuesta inventora, por accidente, del pimentón.

La Tía Maína era una mujer que se dedicaba a vender pimientos asados por las casas. Un día se le quemaron y para intentar disimular se le ocurrió machacarlos con un mortero y venderlos en polvo.

En la primera planta se documenta el desarrollo de la industria del pimentón en la comarca a lo largo de la historia. Incluyendo una interesante exposición de diferentes latas históricas.

En la última planta se recrea un secadero de pimientos y se explica cómo se efectúa la recogida y el molido del producto.

Sí, aún no conoces el Valle de La Vega, programa una de tus futuras escapadas para hacerlo, no te arrepentirás.

Compartir esta publicacion

Mas articulos